lunes, 28 de mayo de 2007

BLUE PRINCESS.

"Blues is my favorite colour"
(B.B. King)
Perdónenme, pero he decidido ponerme trivial... es decir, hacerme preguntas estúpidas para dar respuestas estúpidas que, de alguna extraña manera, demuestren que no soy estúpido... ¿se entiende?... Sé que no, pero ésa es la única gracia de este "lastimoso" blog.
Me pregunto por qué el "azul" ha de ser el color del príncipe encantado, la cromática de los sueños placenteros, el tono de las melodías dulces... el color de la felicidad. Me pregunto quién sostuvo semejante mentira. Me cuestiono el origen de los mitos infantiles que, confiados en su poder de seducción, se encargan de hacernos creer que las señales de la vida están construidas sobre la base de un simple color... una señal unidireccional... una aspiración definida...
"Huye del rojo de la sangre, los toreros y los lápices labiales" - diría algún buen pastor... - "Huye de los agujeros negros, de los "blackouts" de la memoria, de la noche de los tiempos..." - agregaría un ilustre "iluminador" - "...huye del rosado de la piel avergonzada, del verde de las ecologías de la razón y del café de los cafés insomnes..." diría un conservador - "...huye del amarillo de los timoratos, del morado de los hematomas y de los hombres de traje gris...". Pregunta: ¿por qué nadie huye del "azul"?
Es verdad, nadie huye de la tristeza, de los ritmos desgarrados del corazón sufriente, de la melancolía de los días nublados, ni de "Lucille"... nombre de mujer... y la guitarra eléctrica de B.B. King... Ya lo diría Kieslowsky si estuviera vivo... el azul es el color de la tristeza congénita y adquirida, del cielo imperturbable que, como siempre, se encargará de decirnos que nada - en verdad nada - va a cambiar... El azul es el límite... El "azul profundo" es simplemente hundirse... o ser privilegiado. Pregúntenle a Lynch, si el "terciopelo azul" no encubre - con sólo cruzar la calle - un montón de perversiones, unas cuantas llamaradas de inspiración y unas velas encendidas, guardadas en la alacena... y que siempre vienen bien para la agitación de las pasiones y... para los funerales pertinentes.
No creo en las princesas... soy demasiado joven para eso. Tampoco creo en el "azul" de los telones de fondo ni de la cortina de créditos de los finales felices... No creo, en verdad, que el azul exista sino en nuestras mentes... es el color de la pasión atenuada... es el rojo decolorado por el gobierno de la razón... Es el color de los reacios, de los dementes, de los ingenuos, de los decepcionados, de los intelectuales del intelecto y de los realistas de la realidad... Es el color de la templaza, jamás del temperamento. Es el color de la tristeza - ya lo dije...
Sí, lo reconozco, es mi color favorito.
No creo que bosquejemos la vida a nuestro antojo, haciendo uso de los colores del paisaje... No creo en el manual pictórico del cinematógrafo de la felicidad... No creo en los "príncipes" ni "princesas azules", no creo que la felicidad consista en ajustar la realidad a los sueños, hasta hacerlos calzar adecuadamente. No creo que la realidad destine esfuerzos para colorear mi vida. En estos momentos, no creo en lo que pueda ver... creo sólo en lo que pueda sentir... y no siento demasiado. Aunque lo sienta mucho.
Creo que - ¡atención mujeres... en especial "princesas azules" o de cualquier color! - es preciso hacerle caso a Sabina: "... Que aconseja dormir a pierna suelta, lejos de tentaciones de diseño, no vaya a ser que pase de largo por tu puerta... el hombre de tus sueños... el hombre de tus sueños..." . Creo que el hombre tiene razón: la única manera de encontrar el calce perfecto entre las exigencias de la imaginación y la cruda realidad... la única manera de satisfacer, en esta vida, los sueños de "príncipes" y "princesas" exigentes... de "cuentistas encantados o encantadas" (rápidamente degradados en "encantadores de serpientes") es que, simplemente y de una vez por todas, se decidan a vivir dormidos.

viernes, 18 de mayo de 2007

INTERTEXTO.

Lo acepto: ya no siento tanta verguenza de mi propia bajeza. He de reconocer que tampoco siento orgullo de mi nobleza, de mis talentos evidentes para el dolor y la sublimación... de mi aptitud natural para sobrevivir... de mis medallas y heridas... de mi status de "héroe de guerra". No tengo lecciones que dar ni me quedan lecciones que aprender... sólo permanece un resabio, un tintineo en el oído... un anacronismo siniestro de tiempos peores... el traqueteo esquizofrénico y mecánico de un feroz "te lo dije"...
"Me lo dije..." ¡y qué...!, ¿acaso es necesario tener la razón?... ¿Apuesto a la segura?... Los cobardes siempre tienen la razón... ¿Sigo acertando?... Los amantes siempre pierden la razón. ¿Prosigo?... Sé que tengo razón... ¡maldición!... tengo la mala costumbre de tener la razón...
¡Y qué importa...! Es cierto que, al cabo del experimento, nadie vino a rescatarme, que el abismo da miedo y que mis memorias están por escribirse... que las vendo al que me quiera dar algo por ellas... con algún anticipo... Es cierto que envejecí algunos años y perdí unos kilos... que gané lágrimas y perdí esperanzas... que saqué lecciones que no quise sacar... pero que eran inevitables... necesarias... no se puede vivir sin sacar la basura.
Siento verguenza de mis errores como todo el mundo. Algo de orgullo me brindan mis aciertos, como a toda la gente. Mis escrúpulos, sí, se van con la basura... a otra parte... con las lecciones de la vida y el miedo a la verdad. No me importa quién tenga la razón... siempre que la tenga lejos de mí... y me deje - ella y esa voz porfiada en el oído - perdonarme en paz.

lunes, 14 de mayo de 2007

LECCIONES PARA ILUSOS (DESDE LA RAZÓN) - Parte 1 -.

He decidido desenmascararme... y volver atrás... He decidido establecer un contrapunto entre el "ayer" y el "hoy", el "adiós del mañana" y la "bienvenida realidad". Me inscribo en la verguenza, en la desnudez, en el pudor... Anótenme en la impostura, en el artificio y la simulación... Me apuesto a que descubriré quién se descubre primero y, como en un duelo, desenfundaré más tarde de lo necesario... para verme caer... abatido por mi propia voluntad... ¡bendita autoflagelación!... Me apuesto, me apuesto a que si la verdad se asoma... me mata... me apuesto a que la autoreferencia me autodestruirá... en tres, dos, un segundo... ¡misión imposible!... me apuesto y apuesto a la segura... apuesto a que perderé...

(Perdón por la autoreferencia y la falta de imaginación... Pero yo escribo para esclarecerme y contrastarme, a través de quien tenga la gentileza de visitar este "lastimoso blog"... Soy sincero... la falta de tiempo también aporta.)

"ESCRÚPULOS" - Canciones para sordos..."

(08 de Noviembre del 2005)

"Lo acepto. Siento verguenza de mi nobleza. Siento verguenza de la superioridad a la que la vida me ha condenado. Quisiera poder arrastrarme nuevamente. Volver a ras del suelo. Sentir verguenza de mi mezquindad. Siempre pensé que mi orgullo era un defecto. Tal vez, porque le obedecía demasiado. Quizás, se trata de un proceso natural: después de muchos años, los pueblos comienzan a aborrecer a sus dictadores. Pero, hoy, mi orgullo se eleva a la categoría de divinidad. Se da vuelta hacia mi cara y se ríe, burlonamente, diciendo un mil veces repetido "te lo dije".

Es difícil convivir conmigo mismo, elevado a mi máxima expresión. Es difícil tolerarme en mis esfuerzos por sacar lo mejor de mi. Es difícil aguantarme dándome consejos infalibles, incentivándome a aprender las lecciones de una clase magistral, como sólo yo mismo puedo darme. Es intolerable escucharme a mi mismo diciéndome, una y otra vez, lo que ya sé."

¿Cuándo irás a aprender?" - parezco preguntarme. "¿Por qué no te escuchas hablar? ¿Por qué simplemente no aprendes para ti lo que enseñas a los demás?" - sigo implorándome. "Hazte caso, de una buena vez" - me exhorto, despiadadamente.

Pero no puedo hacerme caso. Desconfío de mi mismo, cuando me abandono al orgullo y a la autocomplacencia. Es como entregarse al camino más fácil. No he vivido siquiera la mitad de mi vida, me resisto a sacar lecciones finales, palabras al cierre, memorias de anticipo para el resto de la misma. Me resisto a dictar testamento. Me resisto a creer que ya terminé de aprender. Lo reconozco: puede ser algo masoquista, pero necesito ponerme a prueba, necesito seguir probando. Necesito sentirme extraviado, perdido, para, luego, al encontrarme ahí, al borde de otro abismo desconocido (al que, de seguro, me arrepentiré de haber llegado), rescatarme (o ser rescatado) a último minuto.

Quiero confiar en alguien más que en mí mismo. Todavía quiero que alguien me enseñe mi imperfección y, en lo posible, la corrija. Puede ser pedir demasiado, pero quiero que mi orgullo encuentre a alguien que le haga el peso, que lo desafíe, que lo someta. Quiero restregarle en la cara que estaba equivocado, a pesar de todos mis pronósticos. Sólo Dios sabe cuánto quiero que alguien merezca que la ame más que a mí mismo".

AMÉN... Y Dios supo y, como todo buen juez, jamás intervino... Y la encontré, me hizo el peso, el "pésame" y, claro, al cabo de todo, pesó más su orgullo que cualquier otra cosa.


martes, 8 de mayo de 2007

EL OCASO DEL AMOR.

"El amor no busca la perfección"
(Neil Young, "Horseshoe man")
Tal vez sea la primera lección en la vida: "Jamás tendrás todo lo que quieres". Tal vez sea el aprendizaje más difícil: "Siempre puedes conseguir lo que puedes conseguir". La "resignación", la "conformidad", la "satisfacción" son conceptos tan parecidos y, a la vez, tan distintos. Todos presuponen diversos estados de alegría... y todos se fundan en las mismas premisas: "saber lo que se tiene... y saber lo que se quiere". Después... la suma y la resta... el dividendo o la carencia... el hábito y el débito.
Nunca me cansaré de ser mediocre: "La felicidad es una resta con saldo positivo". Nunca me cansaré de decirlo: "Todo en la vida tiene un precio". Lo que no suma, no siempre resta, lo que resta, no siempre es desperdicio... el resultado es, por regla general, insignificante. Sólo hay satisfacción en el ejercicio... en llevar la piedra a la cima de la montaña... una vez más... solamente para verla caer... quizá, a lo menos, esta vez rompamos nuestro propio record.
He conocido personas que "no saben lo que quieren" y "no disfrutan lo que tienen". He conocido personas para quienes la vida es un vacío, un saco roto, una insatisfacción constante, un deseo incumplido. He conocido personas que quieren que las carguen para emprender el camino y que, no obstante, siempre creen poder caminar solas. He conocido personas para quienes el amor es sólo un peldaño y la perfección, la estancia, el fin, el mirador de la montaña.
Nunca me canso de ser mediocre: "Aspirar a más es ser necesariamente menos". La aspiración es un acto de inhalación, no de descarga. Quien aspira, retiene, acumula, consume, devora y agobia... a sí mismo y a los demás. Roba la energía circundante y no entrega nada, no despliega su propia energía en pos de la consumación de sus ideales... es la clase de personas que sólo consuman cuando te consumen... que sólo crecen cuando fracasas... que sólo "son" cuando "no eres"... que sólo saben lo que quieren cuando no les basta... ¡Pero, maldición!... hay algo en lo que nunca fallan: siempre saben lo que no quieren.
El amor ha de bastarse a sí mismo. Perdura - como digo yo - por el simple deseo de eternizar el presente. El amor es el límite de las debilidades, la combustión espontánea, el principio de la redención. Es la "piedra de tope" y el milagro del "movimiento perpetuo". Es el principio del regreso y el signo "más" de toda operación aritmetica que arroje como saldo la "felicidad". Les pido perdón... nunca me canso de ser mediocre, pero no creo que sea más que eso. El amor no busca la perfección... busca la permanencia... El amor dura porque existe... se salva porque sólo, en sí mismo, se merece ser salvado. El amor se merece a sí mismo y nosotros nunca lo merecemos del todo... sino cuando decidimos permanecer en él.
Cuando el amor no es un fin en sí mismo... cuando es sólo un recurso limitado, para tiempos de necesidades ilimitadas, sólo una consecuencia es posible: su extinción.

viernes, 4 de mayo de 2007

JUSTIFICATIVO.

Hoy, para variar, llegué tarde a mi vida.
Y no me dejaron entrar.

martes, 1 de mayo de 2007

"NO SER MAS".

"Te di todo lo que siempre quisiste,
y nunca fue lo que quisiste".
(U2, "So cruel")
Es triste, pero todo radica en eso: "no ser más". El fracaso es la constatación de ese límite. La autoestima tiembla ante ese aforismo salivado en la boca de otro. La muerte se entretiene tentándonos a desafiarlo.... "no somos nada" - se lamenta algún adicto a los funerales y al dolor ajeno -. Mentira: "no somos más" - replico yo - , adicto a las despedidas y al dolor propio.
No tengo ganas de recordar... y la muerte es tan distinta al olvido. No importa lo que somos - "el ser humano es... más bien poca cosa, pero es"- decía Camus, y el hallazgo no es ése. El hallazgo está en lo que "no somos", en lo que "dejamos de ser", en lo que "no somos más". El olvido está hecho de pedazos robados, es un arte de ladronzuelo, de birlarse el tablero de ajedrez por piezas... como en los delitos continuados... Eso es... eso "no es más"... o "no es más" que eso... El olvido es un delito continuado.
La persistencia de la memoria tiene que ver con rebelarse en contra de esta frase mortal. La persistencia del orgullo derechamente en negarse a creerla. "No ser más" es "dejar de ser"... es morir... es la muerte... el archienemigo de la memoria... Asimismo, "no ser más" es el antídoto de la soberbia, el derrumbe de la creencia fatua en la ausencia de limitaciones... El agote de combustible.. El senit de las balas perdidas... La epifanía de los necios... Yo conozco a alguien que cree que se puede vivir en la muerte y en el olvido... "no ser más que sí misma"... bastarse a sí misma.... aún cuando no sepa ser lo que es.... ni recuerde ser lo que ha sido... vaya ingenuidad.
Yo no quiero ser más... pero no quiero morir. Deseo todo lo que no está a mi alcance y, en verdad, no me interesa luchar por ello. Yo quiero ser menos... menos yo... reducirme... replegarme hasta el núcleo... deshacerme de mí mismo hasta cuando ya no sea posible más... o menos.... como sea... Quiero ser lo que siempre fui y volver a querer lo que siempre he querido. No creo que eso sea querer demasiado.