lunes, 31 de diciembre de 2007

AÑO NUEVO, VIDA NUEVA.

Es aterradora la encrucijada de la página en blanco. Todo, supuestamente, se encuentra en el germen de todo... nada, aparentemente, es nada... hasta que deja de serlo. La soledad de las ideas es, habitualmente, tan triste como la de los cuerpos. Hay, en ella, una abismo de incontinencias, un vacío de plenitudes posibles, una certeza de infinitudes, mucha eventualidad.
El peor de los eventos es aquel que puede acontecer... pero que no acontece jamás.
Sin embargo, la página cero es, muchas veces, más estimulante que la avanzada, que la corredora, que la que sirve de puente para un final que, de hoja en hoja, se resiste en llegar. El paso del tiempo es la máxima constatación de que, a fin de cuentas y pase lo que pase, nunca, en verdad, pasa nada. La vida se escribe... se escribe y se sigue escribiendo... y todas las palabras no valen un minuto de fulgor e intensidad. La vida es apasionante en el recuento, en el recuerdo, en las memorias... aparece dotada del milagro del sentido y la claridad... sin embargo, está, a todas luces, muerta. Se muere en cada segundo de vida... qué duda cabe... pero se muere dos veces si, además, se le recuerda.

El ser humano es un animal exótico: es el único que vive dos veces... o muere dos veces... o qué sé yo.... Pero es el único que atesora el recuerdo de su propia muerte.

viernes, 7 de diciembre de 2007

PELIGRO DE EXTINCIÓN.

No tengo vocación de mártir, ni estirpe de héroe, ni instinto asesino, ni delirios suicidas. No tengo el deseo de convertir mi vida en una tragedia... ni la necia insensibilidad de los amantes del sufrimiento. No me gusta el dolor. No me gusta pensar que no se vive sino en el padecimiento y que, cada dos minutos de alegría, hay algo de nosotros que fallece. La muerte no es la ausencia de vida... es la vida que desaparece, que se malgasta, que se consume... No deseo la trascendencia ni me apego a la permanencia... No pretendo ser lo que soy. No tengo pretensión alguna.
Mientras más declaraciones de principios intento, más finales arrementen en mi contra. La vida no es un tren a punto de partir, sino un avión inepto en constante aterrizaje forzoso. La próxima detención, al igual que la anterior, al igual que la anterior a la anterior, no será escogida. Nunca se sabe dónde te llevará el panne de gasolina.
Cada día que pasa, confirmo mi desconfianza: el amor es un ejercicio de valientes, un deporte de alto riesgo, una cruzada santa. Quién sabe por qué las más ambiciosas empresas seducen a los hombres ordinarios. Es cierto: no se me ocurre algo más extraordinario que el amor... y, a la larga, tan común y tan corriente. Somos legos tratando de ejercer una profesión de eruditos; somos nativos tratando de aprender una lengua docta.
Tengo una demanda ordinaria para una inquietud excepcional: exijo una explicación. ¿Acaso me rebelo contra lo imposible? ¿Acaso pido demasiado? Sólo quiero saber en qué minuto traté de elevarme más allá de lo razonable, para, estando ahí, sólo ahí, descubrir que sufro mal de alturas... Quiero saber quién me inscribió en esta pelea de box tan fuera de mi categoría... ¿Quién me contó este cuento? ¿quién me indujo a error? ¿quién dijo que esperaban por mí tiempos extraordinarios? ¿quién me inculcó esta inspiración?... No creo en la ideología que defiendo ni suscribo el panfleto de la esperanza que yo mismo he diseñado. No creo en la causa que me obsesiona. No sigo la luz que me enceguece. No añoro los tiempos que vienen ni desprecio los que no volverán. Soy sincero, no creo en las motivaciones de esta guerra que lidero, no creo en el futuro del futuro que construyo, no creo en el amor... después del amor... después del amor... después del amor.
Estoy cansado de este juego de espejos... de esta sala de maquillajes... de esta suerte de venganza de la clase obrera, empeñada en gobernar un país. Es mejor asumirlo de una vez: el amor me queda grande. De haber tenido conciencia de mis limitaciones, jamás habría pasado el examen; jamás habría intentado acercarme al oráculo, jamás le habría obligado a decirme lo que quiero escuchar. No quiero más confusiones. No tolero las expectativas. Quiero arrellanarme en el sofá y dejarme vivir en paz.
El amor es para los otros. Todo es para los otros. Mentira: nada que no sea para mí, lo es para los demás. En rigor, la belleza de las cosas está privada a la vista. En rigor, los desafíos más audaces sólo seducen a los cobardes. El cuidado del milagro, de lo frágil, de lo sublime, se encuentra en manos de incapaces, de precoces infantes, de trogloditas ajenos al arte de las sutilezas y los arrojos. Lo reafirmo: el amor es una disciplina para valientes. Por eso, ciertamente, está en peligro de extinción.