lunes, 14 de mayo de 2007

LECCIONES PARA ILUSOS (DESDE LA RAZÓN) - Parte 1 -.

He decidido desenmascararme... y volver atrás... He decidido establecer un contrapunto entre el "ayer" y el "hoy", el "adiós del mañana" y la "bienvenida realidad". Me inscribo en la verguenza, en la desnudez, en el pudor... Anótenme en la impostura, en el artificio y la simulación... Me apuesto a que descubriré quién se descubre primero y, como en un duelo, desenfundaré más tarde de lo necesario... para verme caer... abatido por mi propia voluntad... ¡bendita autoflagelación!... Me apuesto, me apuesto a que si la verdad se asoma... me mata... me apuesto a que la autoreferencia me autodestruirá... en tres, dos, un segundo... ¡misión imposible!... me apuesto y apuesto a la segura... apuesto a que perderé...

(Perdón por la autoreferencia y la falta de imaginación... Pero yo escribo para esclarecerme y contrastarme, a través de quien tenga la gentileza de visitar este "lastimoso blog"... Soy sincero... la falta de tiempo también aporta.)

"ESCRÚPULOS" - Canciones para sordos..."

(08 de Noviembre del 2005)

"Lo acepto. Siento verguenza de mi nobleza. Siento verguenza de la superioridad a la que la vida me ha condenado. Quisiera poder arrastrarme nuevamente. Volver a ras del suelo. Sentir verguenza de mi mezquindad. Siempre pensé que mi orgullo era un defecto. Tal vez, porque le obedecía demasiado. Quizás, se trata de un proceso natural: después de muchos años, los pueblos comienzan a aborrecer a sus dictadores. Pero, hoy, mi orgullo se eleva a la categoría de divinidad. Se da vuelta hacia mi cara y se ríe, burlonamente, diciendo un mil veces repetido "te lo dije".

Es difícil convivir conmigo mismo, elevado a mi máxima expresión. Es difícil tolerarme en mis esfuerzos por sacar lo mejor de mi. Es difícil aguantarme dándome consejos infalibles, incentivándome a aprender las lecciones de una clase magistral, como sólo yo mismo puedo darme. Es intolerable escucharme a mi mismo diciéndome, una y otra vez, lo que ya sé."

¿Cuándo irás a aprender?" - parezco preguntarme. "¿Por qué no te escuchas hablar? ¿Por qué simplemente no aprendes para ti lo que enseñas a los demás?" - sigo implorándome. "Hazte caso, de una buena vez" - me exhorto, despiadadamente.

Pero no puedo hacerme caso. Desconfío de mi mismo, cuando me abandono al orgullo y a la autocomplacencia. Es como entregarse al camino más fácil. No he vivido siquiera la mitad de mi vida, me resisto a sacar lecciones finales, palabras al cierre, memorias de anticipo para el resto de la misma. Me resisto a dictar testamento. Me resisto a creer que ya terminé de aprender. Lo reconozco: puede ser algo masoquista, pero necesito ponerme a prueba, necesito seguir probando. Necesito sentirme extraviado, perdido, para, luego, al encontrarme ahí, al borde de otro abismo desconocido (al que, de seguro, me arrepentiré de haber llegado), rescatarme (o ser rescatado) a último minuto.

Quiero confiar en alguien más que en mí mismo. Todavía quiero que alguien me enseñe mi imperfección y, en lo posible, la corrija. Puede ser pedir demasiado, pero quiero que mi orgullo encuentre a alguien que le haga el peso, que lo desafíe, que lo someta. Quiero restregarle en la cara que estaba equivocado, a pesar de todos mis pronósticos. Sólo Dios sabe cuánto quiero que alguien merezca que la ame más que a mí mismo".

AMÉN... Y Dios supo y, como todo buen juez, jamás intervino... Y la encontré, me hizo el peso, el "pésame" y, claro, al cabo de todo, pesó más su orgullo que cualquier otra cosa.


1 Comentarios:

Blogger C. dijo...

y sí, no intervino... en mi caso ganó su ego... porque llegó y yo pensé que quizás sí se podía ser feliz... pero una vez más ganó el ego

21 de mayo de 2007, 6:31 p. m.  

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