miércoles, 19 de septiembre de 2007

LECCIONES PARA ILUSOS (DESDE LA RAZÓN) - Parte 3 -.

Lo unico que delata un delito impune... es la culpa de su autor... o el rencor de la víctima.

"CRÍMENES PERFECTOS."
(Canciones para sordos... 28 de octubre del 2005)
"No me lastimes con tus crímenes perfectos, mientras la gente, indiferente, se da cuenta. De vez en cuando, solamente, sale afuera la peor madera".
"Es la verdad: los crímenes del corazón suelen quedar impunes. No hay castigo, ni reproche, ni justicia. No hay manera de punirlos. No hay manera de resarcir el daño.
El problema del amor es que conlleva el castigo en sí mismo. A veces, se premia dándolo, se castiga quitándolo. Otras veces, se castiga dándolo, se premia quitándolo. Lo único claro es que no hay forma de exigir responsabilidad.¿Cómo se castiga la traición, si no hay traición? ¿Cómo se perdona lo que no se entiende? ¿Cómo apreciar el arrepentimiento sin dolor? ¿Cómo exponer el daño sin sufrir, sin hacer sufrir? ¿Cómo luchar contra uno mismo, sin luchar contra el otro? ¿Cómo sanarse sin ser sanado? ¿Cómo perdonarse sin ser perdonado? ¿Cómo amarse sin ser amado?

Es curioso como el amor expresa lo mejor y lo peor de nosotros. Como se las arregla para manifestarse pese a las contenciones, las barreras, los esfuerzos de la voluntad. Sí, es una obviedad, pero el amor tiene un lado oscuro, violento, egoísta. Albert Camus escribió que "el egoísmo del amor nos preservaba". Es cierto, nos preserva, nos mantiene vivos, confiados en nuestra mezquindad, felices en nuestra propia intrascendencia, pero, cuando se envilece, también nos delata, nos expone en toda nuestra miseria, en toda nuestra calidad de seres incompletos y, por ende, imperfectos. Nos destruye. ¿Cómo no destruirnos uno al otro en el proceso de sanación? No hay sanación sin dolor. Pero, si el dolor es intolerable, ¿puede haber sanación?

Soy culpable, lo asumo. Somos culpables, asumámoslo. El amor es sólo un niño consentido, no tiene responsabilidad, no tiene conciencia ni discernimiento. Nosotros sí. El amor hace lo que quiere con nosotros, pero, al final, no es sino lo que nosotros queremos que sea. Su crimen es siempre perfecto: siempre pagan inocentes demasiado culpables y culpables demasiado inocentes. Debemos pagar con nuestro dolor. Estamos condenados".

(Estrofa transcrita de la canción "Crímenes perfectos" de Andrés Calamaro [Alta Suciedad, 1997])

miércoles, 12 de septiembre de 2007

EL DESALOJO

"No hay más miedo que el que se siente
cuando ya no sientes nada".
Alejandro Sanz ("A la primera persona")

Es demasiado tiempo, una eternidad... "Para siempre me parece mucho tiempo" - canta Bunbury (heroicamente y desde el silencio)... y le creo.

No sé qué fuerza me detiene. No entiendo quién sujeta mis hombros contra la pared. No distingo el origen del viento que sopla mis velas siempre hacia el puerto de partida, hacia el principio de una travesía que muere indefectiblemente antes de nacer. No sé qué obstáculo invisible se interpone entre el pasado y el futuro... y convierte al presente en una agonía... siempre presente.

¿Quién invirtió las leyes de la naturaleza? ¿Acaso no debería ser al revés? El presente se supone condenado a la fatuidad, a la intrascendencia, a la desaparición. ¡Vaya novedad!, el presente debería estar destinado a convertirse en el pasado. Sin embargo, el presente (siempre presente) se eterniza, persiste, persevera, porfía... como un inquilino testarudo en casa ajena... como el visitante indeseable... como la "simbiosis" del más débil. Digamos la verdad: el presente es el refugio predilecto de los cobardes... de los que huyen del pasado y temen al futuro. Un "bunker" o un asilo, de lujo o una mazmorra, el presente siempre es una jaula.

Me averguenza, pero lo confieso: he enseñado a mi corazón nuevas tácticas de guerra, y le he instruido no perder más batallas. He atesorado, en él, lo mejor de mí, lo poco que ha quedado a salvo, y he puesto, a su alrededor, cercas electrificadas, alambres de púas y minas antipersonales. Le he brindado la belicosidad suficiente como para combatir belicosos y, en definitiva, me he aislado... y protegido. Pero no hay estrategia de defensa que surta efecto, sin contrainteligencia... y la inteligencia, bien se sabe, siempre puede jugar en contra. Maliciosamente, he citado, en él, a una emboscada, al amor, al odio y a la destinataria de los mismos, y he clausurado las vías de escape, a fin de que, obligados a lidiar unos con otros, acaben por matarse entre sí. Creo, sinceramente, que mi estrategia me ha salvado, aunque todo esfuerzo supone algún daño colateral: me he condenado al recuerdo y a dolor... pues, sin importar lo que se diga, quien renuncia al amor, renuncia al olvido... y quien renuncia al olvido, renuncia al amor.
Sin embargo, aún no pierdo toda lucidez. Todavía siento el impulso de ceder... de alzar la bandera blanca y limpiar la zona "cero" de trampas, francotiradores y asesinos. Algunas veces, todavía siento posible retirar las tropas, desalojar al enemigo - a salvo y sin rencor -, y preferir, sensatamente, liberarme a mí mismo, en calidad de rehén, y sin tomarme prisionero.