" Y te convertiste en un monstruo
para que el monstruo no te destruyera".
(U2, "Peace on earth")
¿Cuántas guerras se han librado en nombre de la paz?... ¿Cuántos delitos se han cometido en nombre de la ley?... ¿Cuántos pecados en nombre de Dios? ¿Cuánta muerte en nombre del amor?... ¿Es preciso poner ejemplos? Basta de inquisidores y dictadores... Basta de males menores y fines superiores... Ni uno más... ni uno más... "en el nombre del amor"...
Cuando Nietschze criticó la monarquía de la razón... sólo pudo compararla con su enemigo... La monstruosidad y la arbitrariedad se volvieron definitivamente sinónimas... La razón es un monstruo que combate monstruos... Cuando Hobbes ejemplificó el valor (y el terror) de la fuerza razonada, administrada por un ente único y omnipotente... la ejemplificó en un monstruo... la imaginó, escalofriante y paradójicamente, poderosa y superior... El estado del miedo es el estado de las cosas... Aunque el Estado, en verdad, nunca ha estado...
El miedo es una motivación perversa... Y el amor sucumbe frecuentemente ante él... Y, para ello, hay una explicación muy sencilla: el miedo tiene la razón... de su parte. El amor suele estar solo... ¡Vaya paradoja!... ¡Qué solos están los que aman!...
Pido perdón por la domesticidad, pero, a mi modo de ver, la vida no es sino un simulacro de las ideas a escala menor... o mayor... o cómo sea... El tema es que los delitos más atroces siempre se han cometido en nombre del amor propio... El orgullo es enemigo de la honestidad... El sacrificio es sólo un bien para cobardes.
El amor - así, a secas - es causa de estupideces que suelen acarrear consecuencias extrañas, a veces, lastimosas, pero no se puede reprochar a los que aman... no pueden hacer otra cosa... El amor propio, en cambio, ejecuta crímenes de hirientes repercusiones... Motivos de dolor para el amante y el amado... Para el sufriente y el sufrido... Crímenes de lesa humanidad... imprescritibles... inolvidables... inconsolables...
En verdad, la excusa de amarse a sí mismo es la peor de todas... En el egoísmo, hay un germen de maldad que ni la razón más poderosa puede justificar... Nadie se ama a sí mismo sino ama lo que ama...
Por ello, el amor propio excluye toda clase amor... El que se ama a sí mismo no ama nada... Es un cargamento vacío... una razón sinrazón... una desdicha. En definitiva... el amor propio cae... siempre cae - como los dictadores -... por su propio peso.
Y, al final, al cabo de todo, cuando la historia acentúa las palabras en la sílaba correcta y con ellas sólo puede escribirse la verdad -, terminan causando pena... lástima... la más triste y ajena de las verguenzas.